Monseñor, ¿Cómo deberíamos vivir los cristianos la Navidad?
La Navidad es un acontecimiento único de la historia. Para los que tenemos el don de la fe, ese niño que nació en Belén hace 2013 -porque en el mundo occidental fundamentalmente los años se cuentan a partir del nacimiento de Cristo-, es el hijo de Dios que habitó en el seno purísimo de la Virgen María. Él, que nació en Belén es hombre verdadero y Dios verdadero, que a los 30 años -más o menos- es bautizado por Juan en el río Jordán y que durante tres años anuncia el reino de Dios, predica el amor a Dios, su padre, y la necesidad de amarnos los unos a los otros, como hermanos, que es lo que llamamos el reino de Dios, Sin duda que para los no creyentes, el nacimiento de Jesús significa el nacimiento de un gran hombre, de un personaje de la historia que ha marcado generaciones. Pero para los que tenemos el don de la fe, Él es hombre verdadero y Dios verdadero. Nosotros hemos conocido quién es Dios y cómo es Dios, a través de su hijo Jesucristo, nacido de María Virgen. Por lo tanto, para los creyentes es una fiesta extraordinaria de envergadura que tenemos que vivir con gozo, con fe, con esperanza; y para los que no tienen el don de la fe, conocer más a Jesucristo, su mensaje que también es válido para ellos.
Monseñor, ¿Cuál es el llamado de la Iglesia para los creyentes y no creyentes para abstraernos de esta vorágine de consumismo?
Sin duda que en la sociedad actual, consumista, que no mira a la gente como ciudadanos sino como consumidores, no es fácil sustraerse a la enorme publicidad que los medios de comunicación, especialmente, la televisión entrega. Pero los cristianos tenemos que recuperar el sentido verdadero de la Navidad y eso se puede hacer en cada casa, poniendo junto al árbol de Navidad un pequeño pesebre y que alguien de la familia tomando el Evangelio, especialmente, el de San Lucas, donde se narra el nacimiento de Jesús, pueda explicar el verdadero sentido de esta fiesta que se celebra en gran parte del mundo. Explicar que los regalos, que legítimamente se le hace a los niños y, también, entre los adultos, es una expresión concreta del gran regalo que nos hizo Dios, al enviarnos a su hijo Jesús, que nos enseñó el Evangelio, que dio su vida para salvarnos, que nos expresó un proyecto de vida, que ojalá cada cristiano, católico, evangélico y ortodoxo, podamos vivirlo en profundidad para darle a este mundo el testimonio de que la vida es mucho más que el consumo, es mucho más que los bienes, que la vida, finalmente, es un llamado a amar a Dios y con el amor a Dios, al prójimo y, especialmente, al prójimo más sufriente, a los que necesitan más de la ternura de otro hermano.