Por Marcelo Bahamonde Castro, pastoral penitenciaria CP Rancagua
Como ya es tradicional, el gimnasio del recinto penitenciario de Rancagua se convirtió en templo para las celebraciones de Semana Santa.
La procesión del Vía Crucis y la Adoración a la Cruz, fueron los momentos que marcaron el Viernes Santo. Temprano, cerca de 300 internos e internas llegaron con sus manos puestas detrás, escoltados por sus vigilantes y ansiosos de ver al ser querido o amigo que comparte su fe católica.
Mario es el interno encargado del sonido, que ya es parte del grupo de agentes pastorales de la Iglesia Católica, diligentemente sabe cada necesidad para la puesta en escena de la liturgia. Mientras el coro afina voces y guitarras.
El capellán, padre Luis Escobar, explica lo que va a pasar, siempre catequizando a este rebaño que Dios le ha dado y que -dice- a veces le hace salir canas verdes.
La procesión de la cruz se inicia alrededor del gimnasio bajo la atenta mirada de los uniformados y acompañada por los voluntarios de la pastoral penitenciaria.
Voluntarios para leer y para llevar la cruz en cada una de las catorce estaciones sobran, signo de profunda piedad y respeto. Aunque uno que otro se distrae en diálogos con otros, producto de una fe en pañales.
La música de Taizé acalla los murmullos y el silencio preparado en la Adoración a la Cruz permanece inmutable.
La comunión congrega a todos quienes quisieron recibir a Jesús Sacramentado.
Al día siguiente, el sábado santo se convierte en Domingo de Resurrección porque el padre Luis debe atender diversos compromisos en su parroquia, la Santísima Trinidad, así es que adelanta las celebraciones. “Los importante es que los chiquillos puedan también celebrar la Semana Santa“, dice convencido el sacerdote.
La flores y una imagen de la Virgen alumbrada por velas destaca en esta misa donde el padre Luis enseña que en el silencio es donde se puede oír a Dios y critica a quienes han hecho del ruido un escape a la reflexión de sus propias vidas: lo que se hizo mal, las penas, los dolores. Muchos asienten como contestando las palabras del aguerrido capellán que, antes, hizo un descarnado análisis de la realidad nacional.
Con la promesa de organizar un retiro espiritual de todo un día en el mismo lugar dentro de las semanas siguientes, el pastor implora a la Virgen María por estos hermanos y hermanas que padecen día a día su vía crucis, el de la privación de libertad y el estigma de haber cometido un error.