Muy queridos Hermanos y Hermanas: En el nombre de Jesús y con su mismo saludo pascual, “La paz del Señor esté con ustedes” lleguen a ustedes mis primeras palabras.
Recibo con alegría, gratitud y esperanza el servicio que el Santo Padre Francisco me llama a ejercer como obispo, en la Diócesis de la Santa Cruz de Rancagua.
Soy Guillermo Patricio Vera Soto, nací no lejos de ustedes, en Isla de Maipo dentro de la actual diócesis de san José de Melipilla. Ahí en la parroquia de Nuestra Señora de La Merced recibí la dignidad insuperable de ser hijo de Dios y no puedo dejar de pensar con tremenda gratitud en mis padres, Lucía y Patricio, que quisieron tempranamente iniciarme en la fe. En ese Pueblo recibí la llamada del Señor para compartir su misión. Luego de ser ordenado sacerdote, ejercí mi ministerio pastoral en Talagante, Curacaví y Melipilla a lo largo de 21 años, confiando en la gracia de Dios y suplicándole cada día el poder santificarme y santificar a mis hermanos anunciando el evangelio de la salvación.
San Juan Pablo en 2003 quiso enviarme a Calama, donde recibí mi ordenación episcopal y me estrené como Pastor y sucesor de los apóstoles en esa nueva etapa que Dios abría para mí confiando que siempre: “El auxilio nos viene del Señor”.
Diez años y medio años después dejé la amada Iglesia de Calama para asumir como Obispo de Iquique donde por siete años y medio me ha correspondido la gracia de acompañar la vida de fe de hermanos y hermanas que me han enseñado, con su amor y fidelidad a la Iglesia y a sus nobles tradiciones...18 años de pastoreo en el norte, procurando servir y dispensar los misterios de Dios a un pueblo que me enseñó también a contemplar la obra de Dios en el desierto, en sus fértiles quebradas, en los coloridos y devotos bailes a la Madre del Cielo, a San Lorenzo y los Santos Patronos.
Al ser nombrado Obispo para la Diócesis de la Santa Cruz de Rancagua, Saludo en primer lugar a mis hermanos sacerdotes, los primeros colaboradores en mi servicio episcopal. Quiero hacerme cargo de sus preocupaciones y desvelos, también de sus proyectos y esperanzas. Quiero conocerlos, compartir su día a día, escucharlos, acompañarlos para seguir construyendo la historia de esta Iglesia de Rancagua en fraternidad. Les comparto estas palabras alentadoras de San Pablo: “queridos hermanos, sigan firmes y constantes trabajando siempre más y más en la obra del Señor porque ustedes saben que no es en vano el trabajo que hacen en unión con el Señor” (1Cor 15 58).
Quiero hacer llegar también un cariñoso saludo a los Diáconos y sus esposas. Pronto nos encontraremos y podremos conversar con confianza y juntos manifestar el rostro de la caridad de Cristo. Les animo a que: “Se mantengan despiertos y firmes en la fe. Tangan mucho valor y firmeza, y todo lo que hagan, háganlo con amor” (1Cor. 16, 13).
Hago llegar mi afecto a mis Hermanos y Hermanas religiosos. Ustedes con su presencia y carismas propios dan testimonio en medio de sus comunidades, de diversos aspectos de la ternura del Señor. Quiero estar cerca de ustedes y animarlos a que: “vivamos para que Dios sea alabado por su grandeza” (Ef1,12).
Con esperanza me apoyo en todos los catequistas laicos y laicas a los que el Papa Francisco ha reconocido hace apenas unos días instituyendo el Ministerio de Catequista, él ha dicho que ustedes son “hombres y mujeres que desempeñan una misión insustituible en la transmisión y profundización de la Fe”. La iglesia ha percibido con fuerza la importancia de su compromiso. Con San Pablo rezo por ustedes. “Pido al Padre, que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, y que así Cristo viva en sus corazones por la fe” (Ef 3,16).
Saludo a las autoridades regionales y comunales, que con su labor dedicada van procurando el bien de la Comunidad que espera y confía en ustedes. Les aliento con la palabra de Dios a que: “no se cansen de hacer el bien, porque si no se desaniman, a su debido tiempo cosecharán” (Gal 6,9).
Quiero hacer llegar mi cariño y cercanía a cada una de las familias de la Diócesis, en especial a sus adultos mayores, memoria viva de la Fe y el trabajo; a los esposos que cada día luchan por mantener su amor y el de los suyos; a los jóvenes y niños que están aprendiendo en medio de la pandemia que nos aflige a construir sus vidas con esfuerzo, esperanza y solidaridad. A cada hombre y mujer, adulto y joven, a los hermanos migrantes que viven en las ciudades y pueblos de esta Región del General Bernardo O'Higgins y que trabajan en sus hermosos campos, en sus industrias, servicios, en el comercio, en la minería, en las montañas y junto al mar en estas provincias de Cachapoal, Cardenal Caro y Colchagua.
Les aseguro desde ya mi oración, y espero caminar muy cerca de ustedes para juntos animarnos en la Fe y seguimiento del Señor. “Pido a Dios, que les de sabiduría…que les ilumine la mente, para que sepan cual es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que pertenecen a su pueblo” (Ef 1 17ss).
Hermanos y hermanas, quiero llegar hasta ustedes como padre, pastor, hermano y amigo para que juntos podamos seguir caminando por el sendero de la Fe que tantos pastores y fieles han ido construyendo desde los inicios de la evangelización hasta ahora en esa hermosa zona y ya casi centenaria Diócesis.
Mi recuerdo especial en la oración para quienes han sido obispos en Rancagua. Rezo por el descanso de quienes ya han partido a la Casa del Padre y saludo con especial aprecio al Cardenal Jorge Medina Estévez, Monseñor Luis Gleisner, obispo auxiliar, Monseñor Alejandro Goic Karmelic, Monseñor Fernando Ramos, Administrador Apostólico y a quien ha tenido en este último tiempo la misión de pastorearles como Administrador Apostólico Mons. Juan Ignacio González Errázuriz, Obispo de San Bernardo, siempre muy cercano en la amistad, agradeciendo su entrega generosa durante todo este tiempo.
Mientras llego hasta ustedes, les aseguro mi oración diaria por sus intenciones y los animo a que juntos pidamos desde ahora para la Diócesis abundancia de vocaciones sacerdotales y religiosas y supliquemos también la lluvia como gran bendición para toda esa fértil tierra.
Les pido que recen por mí, ahora debo prepararme para dejar este norte que me ha llegado a ser tan querido.
A la Virgen Santa en sus santuarios de La Compañía, Alcones y Puquillay dirijamos nuestra mirada pidiéndole que Ella nos muestre a Jesús, a Santa Rosa en Pelequén, a San Judas Tadeo en Malloa y a San Expedito en Rosario, les pedimos que rueguen para que podamos ser una Iglesia viva, en comunión, misionera, fraterna.
Dios les bendiga.
+Guillermo Patricio Vera Soto
Obispo electo de Rancagua