Sin duda un momento muy esperado por todo el pueblo fiel de la Diócesis de Rancagua se vivió este viernes, pues luego de tres años cuenta nuevamente con un obispo diocesano. Es que este viernes 23 de julio, monseñor Guillermo Vera Soto tomó posesión canónica de la diócesis, en una misa que fue concelebrada por el nuncio Apostólico, monseñor Alberto Ortega y monseñor Juan Ignacio González Errázuriz, que hasta ese día fue el Administrador Apostólico de la diócesis.
Laicos y consagrados presentes en la misa no perdieron detalle de los diversos ritos de la ceremonia. Estos comenzaron con las palabras de bienvenida del párroco de la Catedral, pbro. Marcelo Lorca. Luego el nuevo obispo, en la puerta del templo -aún sin revestirse- besó la reliquia de la Santa Cruz y continuación se asperjó a sí mismo y a los presentes con agua bendita.
Posteriormente caminó hasta la capilla del Santísimo Sacramento, junto al nuncio apostólico y a monseñor González, y allí rezó en silencio, siendo acompañado en la oración por los presentes. Terminado ese momento se dirigió a la sacristía y se revistió, para iniciar la misa.
La ceremonia de toma de posesión continuó con la lectura de las Letras Apostólicas, que son una carta personal del Papa, dirigida al Obispo designado, en la que se comunica su elección como titular de la Diócesis. Por este mandato del Papa Francisco, Monseñor Guillermo Vera Soto fue nombrado Obispo de nuestra Diócesis.
El momento siguiente fue especialmente significativo, pues el Nuncio Apostólico Monseñor Alberto Ortega, invitó al Obispo a sentarse en su Cátedra y a tomar posesión de su Diócesis. En tanto que monseñor González le entregó el báculo.
¡Tenemos nuevo Obispo! Señaló el guía y los aplausos y el replicar de las campanas no se hicieron esperar.
La ceremonia eucarística contó con la participación de fieles, religiosas, religiosos y parte del clero, siempre respetando los aforos y medidas sanitarias impuestas por la autoridad de salud.
En un ambiente de alegría y fe por el nuevo camino evangelizador de la diócesis, el obispo Vera entregó su primera homilía y se encomendó a Dios en su nueva tarea.
En ella expresó palabras para la Diócesis de Iquique que recién dejó, “dirijo mi pensamiento con cariño y agradecimiento a todos los hermanos y hermanas que acabo de dejar en Iquique a ustedes también les digo y les deseo que la paz del Señor los acompañe siempre y que el buen Dios les recompense todo el bien que me hicieron el cariño que me demostraron. Les recordaré siempre”.
Además, agradeció la labor de los administradores apostólicos que estuvieron en Rancagua en este último tiempo; y marcó algunos énfasis que quiere dar a su tarea evangelizadora en la diócesis. “La familia es la unidad básica de nuestra Fe, el lugar en el que se recibe el primer amor, donde se aprenden los primeros ejemplos de querer a Jesús, a la Virgen, a la Iglesia. Esta es la familia que tenemos que fortalecer en tiempos actuales en los que la unidad y la identidad de ella está siendo cuestionada y erosionada”.
Precisó que: “El día que nos convirtamos en una Iglesia Evangelizadora, que nos formemos a nosotros mismos en nuestra Fe, que irradiemos desde el interior de nuestras familias hogares luminosos, que nos constituyamos como una verdadera comunidad de Iglesia, ese día seremos capaces de dar los frutos que se esperan de nosotros como Hijos de Dios, al igual que los campos florecidos de esta hermosa región”.
La ceremonia finalizó con palabras del Nuncio Apostólico, monseñor Alberto Ortega y de monseñor Juan Ignacio González.
Posteriormente, el nuevo obispo de Rancagua tuvo un encuentro protocolar con diversas autoridades regionales.